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jueves, 11 de julio de 2013

Colapso Capital

De: Leticia D'Albenzio (Argentina)



Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. 
Vino como una enfermedad, no como una certeza […] 
Se instaló solapadamente poco a poco […] Una vez en su 
sitio, aquello no se movió […] y pude persuadirme de que  no tenía nada […] Y ahora crece.
                                                                                                                        La náusea. Jean Paul Sartre                                                                                                         

        A salvo de Cabildo y Juramento, Juana está capturada en sus veintiocho metros cuadrados. Sus pupilas abocinadas son dos aves en la polución de su cabeza cobriza. Lagrimea gotas de sudor aspiradas en el subterráneo. Está apuñalada de quejas estomacales suspiradas en el Banco Ciudad; decide comer. Mientras su Ser consume, la publicidad la devora. Es que la liviandad de sus ideas rebotan en su cuerpo, apesadumbrándolo.  
Marmórea de inseguridad, aunque con demasiado ego de fondo, es una pasajera en trance a loguear 30. Juana digiere emoticones, chatea deshechos, desperdicia colillas en clickeos grises de compañía. 

                    Ahora está navegando en humo.

Inhala zumbidos que repiquetean en su sien abriendo ventanas desesperadas de caricias. Exhala desoladas carcajadas de teclado. La bocanada de contactos no supera la incompletud de su nick. El frenesí de Juana doma la soberbia del mouse con el que transforma su sweet home Buenos Aires en una pantalla mordisqueada de “holis”. Juana, ilusión de globo rojo, palpita en sus yemas un mercado libre de calor humano; pesa en sus cejas la estrechez de una realidad que la desmaterializa. A pesar de la banda ancha de burbujas que pestañea en el ciberespacio, Juana regurgita la luna de contratiempos que el día apelmazó. La electricidad de su pesar truena en el cursor relampagueante de la notebook, cobija de la tormenta de imponderables llamado mundo. Los cables arteriales ya son las venas por las que drena la madrugada. El rocío ansioso tilda a Juana, avatar de monitor en cortocircuito, en un amanecer de imágenes pixeladas de lejanía, porque Juanay@no.es Juana.   
Barulla su LG la hora en que el tumulto pica a las almas ciudadanas. El sonido itinerante cuelga la máquina. Desoye la alarma: “Life’s Good”, “Life’s Good” -anhelo con el que se reinician los programas-. Se quema la autómata de Juana. 

                   Ahora el sistema colapsa.



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